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El error, la otra cara de la excelencia


Hoy les traigo un resumen de un artículo recientemente publicado por Santiago Alvarez de Mon, brillante profesor del IESE y asesor de empresas, quien no deja de sorprenderme con sus artículos.

“Diversión y exigencia son los dos bastones de un maestro que marca un ritmo asfixiante a la carrera.  Los colaboradores deberían desconfiar de unos jefes que confunden un estilo participativo e ilusionante con un liderazgo débil y pusilánime en el que la crítica íntegra, oportuna y justa no tiene cabida.  Uno de esos ídolos de masas a los que la sociedad rinde pleitesía, un icono mediático y fulgurante que ha batido todo tipo de récords, un deportista de élite.  Dios en la cancha como lo bautizó su admirado rival, Larry Bird, de los Boston Celtics –estoy hablando de Michael Jordan-, confiesa: «He fallado más de 9,000 tiros en mi carrera.  He perdido más de 300 partidos.  En 26 ocasiones se me concedió la responsabilidad de encestar la última canasta y me equivoqué.  He fallado una y otra vez en mi vida deportiva.  Por este motivo triunfé».  Lo del error como la otra cara de la excelencia no es una frase elegante, un eslogan paradójico, un juego atrevido de palabras.  Es, simple y llanamente, el patrón universal de todos los que llegan a la cúspide de su profesión.  Así que ya sabe, si hoy se ha equivocado, penetre en los agujeros más oscuros de ese error, y asegúrese de que les da la luz y aprende.

Jordan es un canto al esfuerzo, a la insistencia, al trabajo, más que testimonio de un prodigio natural.  Jordan no pasó el corte con el equipo del colegio.  Tampoco fue elegido por la universidad con la que quería jugar.  Tampoco fue seleccionado por los dos primeros equipos de la NBA que perfectamente le podían haber integrado en sus escuadras. ¿Cómo se sintió el gran Jordan? Devastado, no se lo podía creer.  Su madre confiesa: «Le dije que insistiera y trabajara con más disciplina».  ¿Le hizo caso?  No lo dude.  Salía de casa a las seis de la mañana para ir a entrenar antes de asistir a clase.  En la universidad de North Carolina trabajó constantemente sus debilidades, juego defensivo, manejo del balón y tiro exterior.  Una vez, después de haber perdido el  partido más importante de la liga, se quedó lanzando tiros durante horas.  Para todos los que le conocen, su capacidad de trabajo es legendaria.  ¿Su receta?.  «La fortaleza mental y el corazón son mucho más importantes que algunas de las ventajas técnicas o físicas que puedas tener. » Jordan dixit ¡Sorpresa!

Los hijos deberían sospechar de unos padres que le conceden todo, que nunca les niega nada, que les acunan y mantienen calentitos en cuanto los primeros fríos y sinsabores despuntan en lontananza.  Los estudiantes deberían suspender a los profesores que des aprobado general a todos, que no les exigen y obligan a dar el callo.  Señal de que no les valoran, de que no esperan gran cosa de ellos. 

Parece que la alegría te la da el triunfo, pero si éste no te ha costado nada, la felicidad no es ni mucho menos la misma.  La alegría del triunfo te la da el trabajo que tú has hecho para alcanzar la victoria.  Si no te cuesta, no la valoras.  La pasión, las ganas de triunfar te las dan todas las horas de trabajo que has llevado a cabo.

Una de las cosas que más me sorprende de Rafael Nadal es cómo maneja los errores.  Hay gente  en el golf que falla un putt  le acompaña esa frustración en los próximos cinco hoyos.  Rafa pasa la página, se recupera y gana el siguiente punto, le comento a Toni.  «Porque lo ha entrenado.  Cada vez que cometía un error, parábamos y le preguntaba «¿Qué ha pasado? ¿Cuál es el movimiento correcto? »  Hablamos de los errores con toda naturalidad y sencillez.  Cuando te hundes por un fallo, es una presunción exagerada de su capacidad.  Lo normal es que falles, eres humano.  Si no lo ves así, eres un soberbio, un impaciente.”

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