top of page

Estoy desmotivado? Se me vino el mundo abajo?


r

Mi hijo Rafael, el menor de mis 4 hijos debía ser vacunado contra la vacuna triple, que lo protege contra Coqueluche, Tétanos y Difteria.

Llegamos al consultorio de Pediatría y Rafael estaba feliz porque le gusta mucho pasear en automóvil. De pronto, ve acercarse al especialista con una hipodérmica que terminaba en una aguja “tremenda”. Rafael volteó a mirarme con una mezcla de incredulidad y miedo. Estaba seguro de que yo, su padre, que lo quiero con todo el corazón no iba a permitir que le hicieran “eso”. Sin embargo, no solo permití, sino que ayudé a que lo vacunaran, ¡por supuesto!

Al poco tiempo, a raíz de un resfriado, tuvo bronquitis. Estaba decaído, con tos y fiebre. Me acerqué a darle un jarabe de esos que son de horrible sabor. Lo probó ligeramente y se opuso terminantemente a seguir tomándolo, apelando para ello a toda clase de pataleos y recursos. Al final, con protestas o no, tuvo que tomarlo.

Que pensaría Rafael? Mi padre es bueno, dice que me quiere mucho y sin embargo me lleva a un sitio donde colabora a que me claven una aguja inmensa y, al poco tiempo, no le bastó verme con fiebre y tos y me obligó a tomar una pócima amarga. Parece que se complaciera haciéndome sufrir. Poco faltaría tal vez para que Rafael piense, “Padre, eres injusto y te ensañas conmigo”.

Que pensaba yo en esa oportunidad? Lo mismo que pensarías tu ante un hijo tuyo: que lo haces por su bien, que quieres protegerle de males mayores que quizá pondrían en peligro su vida. Y es posible que le hables y le digas: crees que yo permitiría un dolor para ti si no fuera necesario, por que es lo  mejor para ti? Así actúa Dios con nosotros, y así actuamos como Rafael, nosotros con Dios. Muchas veces no nos damos cuenta que ese dolor, ese sufrimiento por el que estamos pasando es la vacuna que necesitamos. Hay que abandonarnos y confiar en El.

0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page