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Zapping amoroso


Esta semana estuve leyendo a Enrique Rojas, psiquiatra humanista reconocido a nivel mundial, que ha investigado y trabajado sobre temas médicos (ansiedad, depresión, trastornos conyugales y los caminos que conducen a la felicidad). Me llamó la atención un artículo del que transcribo varias partes sobre un tema que es muy frecuente en la sociedad de hoy y que él le llama “Zapping amoroso”. Algo de lo que nadie está libre y por lo que debemos luchar sin tregua y que según él, surge porque la gente tiene unas expectativas muy altas del matrimonio y cuando ve que comienzan los problemas tiende a querer dejarlo de lado y muchas veces buscando a otras personas.

“Uno de los secretos para ser dichoso radica en abrigar expectativas moderadas, también en el terreno afectivo y en el matrimonio. Idealizar el amor es una de las grandes trampas y errores que ha cometido el ser humano en los últimos tiempos.

Más que transmitir su experiencia y expectativas en términos de “relacionarse” y “rela­ciones”, la gente habla cada vez más de conexiones, de “conectarse” y estar conectado”.  Cuando la calidad no nos da sostén tendemos a buscar remedio en la cantidad. Si el “compromiso no tiene sentido” y las relaciones ya no son confiables y difícilmente duran, nos inclinamos a cambiar; en vez de hablar de parejas preferimos hablar de “redes”.

El problema es que esta manera superficial de relacionarnos nos causa una profunda insatisfacción, ya que el ser humano necesita un terreno firme en el que edificar su casa y sus sueños. Si siempre es­tamos fluyendo de una relación a la siguiente, la sensación de estar empezando constantemente puede abrumarnos hasta el punto de convertirnos en escépticos del amor. ¿Por qué sucede esto y cuál es la solución?.

Nuestra civilización del deseo, hedonista, destruye los senti­mientos. Es un rasgo generacional, al menos masculino, esa enorme dificultad de pasar el resto de tu vida junto a la misma persona. Es como si el mundo estuviera organizado de tal forma que te impide quererte. Tal vez porque el amor es demasiado subversivo, lo cierto es que entre el placer y la felicidad se empuja a la gente a que escoja lo primero. Vivimos en la época del zapping amoroso. Consumimos muchos productos, constantemente, y ello nos conduce a consumir también personas.

Esto lo estudió muy bien Sthendhal, que decía que “enamorarse es la cristalización”. El autor de Rojo y Negro dice que si vamos a las minas de Salzburgo y arrojamos una ramita, a los pocos días en la estructura de la rama encontraremos que se han clavado unos crista­les. Extrapola este fenómeno al mundo afectivo. La cristalización es la tendencia a idealizar a alguien de dos maneras: por un lado, la elevas de nivel, y, en segundo lugar, se cuela dentro de tu cabeza.

A este comentario de Sthendhal, yo añadiría que no solamente idealizas al otro, sino que buscas tu complemento. Un hombre pri­mario, activo e impulsivo buscará una mujer secundaria, pasiva y re­flexiva, pues se enamora de la sorpresa de descubrir esas cualidades que él no posee. Enamorarse, dice Ortega y Gasset, es un trastorno de la atención, que normalmente está abierta en forma de abanico y pasa a focalizar­se en una sola dirección. Yo lo llamo tener hipotecada la cabeza.

Don Quijote nombra a Dulcinea la dama de mis pensamientos. Francesco Alberoni, sociólogo, en su libro Amor y enamoramiento dice que es como si todo se iluminara en tu panorama afectivo. Vives la persona a la que amas como una revelación.

Una sociedad que se rige por el hedonismo, el consumismo, la per­misividad, el relativismo y el materialismo creará seres humanos sin re­ferentes, personas desorientadas con dificultades para hallar su lugar en el mundo.”

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