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No hay vida sin sufrimiento


Hay días en los que uno está de muy buen humor, y otros en los que está triste o deprimido. De los primeros no vale la pena hablar porque todos sabemos muy bien que hacer. El tema es ¿Cómo recibimos lo que nos contraría: la enfermedad, los fracasos profesionales, las ofensas injustas, las dificultades en la vida social o familiar? ¿Cómo reaccionamos ante todo lo desagradable que, sin buscarlo, aparece en nuestra vida? ¿Tratamos de enfocarlo con visión sobrenatural? De allí la frase de que Dios sabe por qué hace las cosas, y todo es para nuestro bien.

No se trata de ser insensibles ante el dolor, físico o moral; o de esconderse como el avestruz que para abstraerse de la realidad esconde su cabeza la tierra. Lo que no se sabe es que cuando la saque, la realidad será exactamente la misma. Es por ello que de lo que se trata es de enfrentarlo. Lo malo es tratar de huir a toda costa de lo que contraría; más aún si la causa de esas contrariedades radica en un error nuestro, que por temor a las consecuencias no queremos asumir.

El Papa Benedicto dijo que quien quiera evitar el sufrimiento, mantenerlo lejos de sí, mantiene lejos la vida misma y su grandeza; No hay amor sin sufrimiento, sin el sufrimiento de la renuncia a sí mismos. Donde no hay nada por lo que valga la pena sufrir, incluso la vida misma pierde su valor. Cuando no se lucha consigo mismo, cuando no se rechazan terminantemente los enemigos que están dentro de la ciudadela interior -el orgullo, la envidia, la autosuficiencia, la alocada avidez de libertinaje-, cuando no existe esa pelea interior, los más nobles ideales desaparecen y brotan el desaliento y la tristeza.

Es por ello imprescindible que caminemos con entereza, con determinación, sin concesiones ante las dificultades. Exige pasos firmes, concretos ya que los propósitos generales son buenos pero no sirven de mucho en estos casos. Así como vienen producto de una ilusión pasajera, se van.

Uno de los mejores consejos que recibí en estos casos en los que uno se ve lleno de problemas o en uno de esos días tristes es promover la felicidad de los que nos rodean, en nuestra casa, en nuestro trabajo, ayudando con alegría a los que nos puedan necesitar sin necesidad de que nos lo pidan, en alguna obra de labor social que podamos hacer, y verás como “por arte de magia” empiezan a desaparecer esos sentimientos negativos.

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