Un buen amigo del PAD de la Universidad de Piura me ha pasado este mail. Una vez que lo leí me pareció conveniente compartirlo con ustedes. Comentándolo Pablo Ferreiro, acaso el mejor profesor que hay en el Perú, decía lo siguiente: “Quizás les interese este texto…Como verán se trata de un sacerdote, y sería una “mala” conclusión pensar que cada uno de nosotros no lo es, y pasar de largo del tema. Creo que esto es ser coach… Quizás alguno pueda pensar “bueno, este es un tipo de coach”, en mi opinión esto expresa la esencia del coach. En definitiva un coach solo pregunta, pero las preguntas para que merezcan ser respondidas o, simplemente, para que obtengan respuestas “motivantes” (o cambiantes e innovadoras), requieren que sean sinceras, es decir que respondan a un esfuerzo ejemplar interior.”
Este artículo fue publicado el 17 de Mayo de 2010 por Jaime Pereira:
“El pasado día 17 de mayo, fecha muy entrañable para él, mi coach me dejó definitivamente. Fue una relación profesional que duró algo más de doce años. Se llamaba Alfonso de Cárdenas Rosales y su acreditación como coach profesional no se la dio ni la ICF ni AECOP ni ninguna escuela de coaching. Su acreditación se la ganó a pulso dedicando miles de horas a sus coaches a los que no cobraba nada por sus servicios. Siempre estaba a tu disposición, a la hora que fuese, dispuesto a ayudarte en lo personal y en lo espiritual. Su metodología empezaba con un fuerte abrazo que casi te dejaba KO. Alguna persona no se olvidará nunca de tan peculiar saludo. Luego y como si fuera lo más natural del mundo se iba introduciendo en tu persona y en tu espíritu hasta llegar un momento en que su conocimiento sobre uno mismo era total. No se le escapaba una, sabia de tu vida todo. Era un lector empedernido y te ponía al corriente de lo que pasaba por el mundo.
Como buen coach nunca te decía lo que tenias que hacer, y solo con sus preguntas te daba la pauta para diseñarte un plan de acción. A mí personalmente me ayudó muchísimo. Recuerdo cuando fui despedido de mi trabajo como se identificó conmigo en todo y como supo darme ánimos para superar una prueba tan dura. Cada vez que nos veíamos, cosa que hacíamos todas las semanas, solo con la mirada me transmitía unas sensaciones muy especiales que al mismo tiempo eran retadoras. Era un coach amigo pero exigente, no se callaba y decía las cosas muy claras, daba un feedback muy autentico. De cada sesión salías dispuesto a comerte el mundo.
Como buen profesional impartía todos los meses alguna conferencia, a la que asistían un buen número de personas. Vivía intensamente lo que decía llevándole incluso, en alguna ocasión, a dar fuertes puñetazos en la mesa, como para poner más énfasis en sus palabras. Su voz era potente y pasaba del tono bajo al alto con mucha naturalidad. No se cansaba de hacer la “ruleta” con sus gordos dedos, como un molinillo de viento que produce energía contagiosa. Se animaba tanto hablando y hablando que tenían que recordarle, con frecuencia, que el tiempo se había acabado, incluso alguno de sus ayudantes tenía que toser en voz alta para avisarle que se había pasado de la hora.
Tambien daba con frecuencia seminarios de “fin de semana”, en los que te ponía las pilas. Seminarios dirigidos al desarrollo personal y espiritual. De forma insistente decía que lo espiritual es lo que tonifica y da fuerzas para luchar en lo personal. Antes de que nadie hablará del coaching espiritual, él ya lo practicaba siendo un autentico maestro. Siempre decía que si le dabas sentido a tu trabajo este sería de muchísima más calidad. Fue uno de los pioneros en el tema de conciliación de familia y trabajo. Recuerdo haberle oído muchas veces decir que aunque el trabajo es muy importante, la familia lo es mucho más. Cada vez que nos veíamos lo primero que me preguntaba era ¿a que hora estás llegando a casa? Si descuidaba a la familia me decía que no estaba haciendo bien mi trabajo y esto me obligaba mucho.
Su afán de llegar a más gente a la que pudiera ayudar le llevo a registrar la Fundación Cárdenas-Rosales Fondo de Cooperación y Desarrollo Asistencial, con el objetivo de promocionar, tanto en España como en el extranjero, iniciativas de carácter social y de cooperación al desarrollo, en favor de la familia, tendentes a resolver la falta de formación humana, científica y cultural; la carencia de recursos básicos para subsistir; y la dificultad de acceder a una asistencia sanitaria adecuada.
He pasado horas y horas con él, aprendiendo, reflexionando, charlando del trabajo, de los amigos, de mis hijos, de mi mujer, de la sociedad y de muchísimas más cosas. Solo discutíamos, y con fuerza, cuando hablábamos de futbol. El del Real Madrid y yo del Barça, casi nada. La última vez que nos vimos fue dos semanas antes de morir, como si la enfermedad no fuera con él. Me recibió como siempre, con su cara regordeta, con esa mirada penetrante, con ese cariño especial que un coach siente por su coache y preguntando, siempre preguntando, como el mejor de los coaches para obligarte a pensar. Fue mi última y más grata sesión de coaching, no la olvidaré nunca. La mejor confesión.
Gracias Alfonso, desde el cielo seguirás siendo mi coach y ahora tus preguntas serán para mí un regalo de Dios.”
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